De la pasión heredada a la creación propia

Por Sabrina Sistro y Daniela Llordella

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Zacarías Gianni, escenógrafo y vestuarista

Zacarías Gianni, es escenógrafo y vestuarista. Aprendió esta profesión desde niño, casi como si se tratara de un juego. Es que él es hijo de Carlos Gianni, uno de los históricos profesionales del Teatro Argentino de La Plata.

Zacarías siempre sintió una fuerte atracción por el mundo artístico.  Del colegio corría al taller de teatro en el Liceo Víctor Mercante. Le gustaba tocar la madera, ver las telas, el vestuario… es que él asegura que el teatro tiene una mística particular. Y si bien en su juventud incursionó en otros estudios, el magnetismo que lo atraía a esa disciplina fue más fuerte y lo devolvió al escenario.

Siempre atrás de bambalinas, supo dar vida a numerosas obras y grandes éxitos. También encontró su lugar en la maquetería y restauración. Como amante de los desafíos, no le tembló el pulso y se le animó a una maqueta del Teatro Argentino de la década del 70.

Desde Agendarte conocimos la historia de Zacarías, un hombre que a paso firme y con perseverancia, saltó de la ciudad de las diagonales al mundo.

¿Cómo te definís?

Soy un escenógrafo al que le gusta hacer su trabajo. Y como escenógrafo trabajo a nivel musical, porque la música te transmite muchas cosas: temperatura, color, diversas cuestiones que vos necesitás a la hora de diseñar, más allá que después tenés que hacer toda la parte de lectura, toda la parte de investigación… pero la música te transmite muchas cosas, entonces siempre mi base de trabajo es la música.

Y desde ese lugar, siempre busco que mis trabajos provoquen diversos sentimientos en el espectador. Creo que si una obra no te hace sentir cosas, es porque algo no está funcionando bien.

¿Cómo nació tu amor por la profesión? ¿Se puede decir que influyó la herencia? 

Sin dudas, viene de herencia. Mi papá estuvo trabajando casi 50 años en el Teatro Argentino, fue uno de los históricos. Y esto viene de mucho antes, porque mi familia estuvo en la Fundación de la ciudad de La Plata. Ellos vivían enfrente del Coliseo Podestá, toda esa manzana que está frente al Coliseo era de mi familia originalmente. Y mi papá era ahijado de Blanca Podestá, entonces el Coliseo Podestá era como una extensión de la casa.

¿Cómo entendés tu labor?

La profesión del escenógrafo no está desligada del momento social. Para realizar una escenografía o un vestuario hay que situarse en la realidad de aquella época. Y todo arte es revolucionario porque se está en una búsqueda constante.

¿Cómo fueron tus primeros pasos? Cuando decidiste: ‘me dedico a esto’.

Creo que desde que nací. Yo me crie en la etapa del éxodo del Teatro Argentino, todavía no estaba este teatro terminado y los talleres se encontraban en el Liceo Víctor Mercante. Y yo crecí en ese ambiente, en ese lugar mágico. Y lo considero mágico, porque las producciones que salieron de ese lugar realmente no tenían nada a que envidiarle a ningún teatro del mundo, ni al Colón siquiera.

Entonces, eso lo fui mamando indirectamente. Cuando salía de la escuela, iba directo al Liceo y pasaba horas con mi papá, me gustaba tocar la madera, los trajes, las telas… Aunque no hiciera nada, me gustaba estar ahí y mirar.

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Aprendías de tu papá…

Sí, me acuerdo que una de las primeras cosas que me enseñó mi viejo fue la perspectiva. Tenía 10 años, recuerdo que íbamos por la autopista y me hacía mirar todo… El camino, los faroles bajando en perspectiva… Y todo ese bagaje visual, en algún momento hice como una reconstrucción y lo apliqué a la escenografía.

Creo que un poco el culpable de todo esto es mi viejo (Risas).

¿Qué es lo que más te gusta de tu trabajo?

Amo mi trabajo, y lo hago con mucha pasión, mucho amor y mucha responsabilidad.

Y una de las cosas que más me gusta del teatro es sentarme y escuchar cuando la orquesta afina, porque me encanta eso que transmite el afinar de los músicos. Es como una preparación que hacen para entrar en la obra.

¿Cuál fue tu primer trabajo formal?

Lo primero que hice fue una ambientación en las Galas Líricas en el colegio de abogados. Después hubo una obra cumbre, que fue como un punta pie inicial a todo este quehacer escenográfico, que fue una obra que hice en el Uruguay. Es decir, hice un trabajo acá y directamente salté afuera, no hubo como término medio.

BRUNDIBAR
Ph: Carlos Dossena

¿Qué obra hiciste allá?

Brundibár, una obra infantil, pero es para todo el mundo porque es una obra bastante dura. Es la única ópera infantil que fue escrita y se hizo 55 veces en el Gueto Terezín. Tanto el autor de la obra, Hans Kraza, como los actores fallecieron en Auschwitz.

Yo la presenté en el Sodre, de Uruguay y estuvimos trabajando con el director de escena Rubén Martínez. Fue una obra que, por suerte, tuvo muy buena repercusión. Y allí tuve el privilegio de conocer a la única sobreviviente que quedó de aquel elenco original, una mujer que hacía de gatita, y que ahora debe tener 87 años. Quedé muy impactado con las historias, con lo que pasó y con la obra también, me marcó porque tenés que revolver muchas cosas.

¿Cómo llegaste de La Plata a Uruguay?

Fue accidentalmente. Rubén Martínez confió en mí para el trabajo. Me dijo “tenés 15 días para hacerlo”. Yo hice la maqueta que estaba expuesta en el Sodre. Hice mi investigación y tenía claro lo que quería, igual que el director de escena.

Básicamente, me la jugué, porque en el mundo de la ópera como en la vida, tenés que ir por tus convicciones, ideales y estar muy seguro de lo que vas a hacer.

¿Cuál es el trabajo que más te representa o del cual estás más orgulloso?

Me levanto y estoy contento de poder hacer lo que me gusta. Eso creo que es fundamental. Yo estudié varias cosas, pero indefectiblemente por alguna vuelta de la vida, volví al teatro.

Al año de que falleció mi papá, me levanté y dije ‘yo tengo que hacer teatro, nací para eso’. Y las vueltas de la vida te van llevando. Es un magnetismo tan grande que tengo con el teatro que es imposible que lo suelte. Me quiero morir en un escenario, no en una cama de hospital.

Y ese magnetismo te llevó a hacer la Maqueta del teatro Argentino… 

Sí, lo que hice en la maqueta es una reconstrucción para la gente que está viviendo en esta época, más o menos vinculado al que se incendió en el ’77, es decir, no hice el edificio de 1890.

Fue un trabajo de reconstrucción y, más allá del trabajo de maquetería, la cuestión radicaba en que yo necesitaba que, tanto los jóvenes como la gente más grande que conoció el teatro, sintieran que estaban ahí. Yo quería que esa maqueta transmitiera algo, su magia.

Y la gran pregunta durante el tiempo que duró el trabajo fue: cómo lograr ese sentimiento, o transmitir esa magia a una persona que no conoció ese Teatro Argentino.

MAQUETA ANTIGUO TEATRO ARGENTINO
Ph: De Autor

¿Y cómo lo lograste?

Fue surgiendo. Amén de esto hice todo un laburo de investigación de más de un año, antes de ir a la Fundación del Teatro Argentino con la propuesta.

Fue un trabajo bastante arduo, ¿cuánto tiempo le dedicaste?

Estuve más o menos todos los días, o sea, no tenía un solo día de descanso, entre 12 y 14 horas, durante casi 7 meses.

A veces, ¿no necesitás dejar resposar la obra, tomarte un respiro?

Sí, me pasa… Pero, en este caso particular de la maqueta, era un trabajo que a veces lo tenía demasiado mimetizado conmigo, a veces tenía un momento que me preguntaba: ‘Cuándo aparece la obra’. Porque era tal el laburo estructural que era interminable.

Tenía todo una energía atrás que si bien no sabía por qué, sentía que tenía que hacerlo. Y este era un trabajo que él quiso hacer, pero después fue pasando. Y un día me levanté y dije ‘quiero hacer esto’. Entonces investigué, le llevé la propuesta a la Fundación del Teatro Argentino, me dieron el ok y empecé con el trabajo.

Hiciste la reconstrucción de la Virgen de Las Cenizas

Es una imagen hecha por un escultor que era el jefe de utilería del teatro, para una ópera Tosca en el año ‘72. Se llamaba Dino Orlandini.

Cuando se prendió fuego el Teatro, en el año ’77, esta imagen se salvó del incendio y la llevaron a La Catedral, donde estuvo hasta el año `99, que fue cuando se abrió el Teatro. En ese año pidieron que la devolvieran para que estuviese en su lugar de origen. Y estuvo en exhibición, pero con el tiempo se deterioró.

A mí se me ocurrió restaurar la Virgen así que les plantee mi idea, hice un informe y el trabajo lo doné a La Fundación del Teatro que me apoyó totalmente.

Pero para eso convoqué a un grupo de gente: a Sandra Altinier que es restauradora, ella me brindó su taller y nos pusimos manos a la obra. Además, contactó a Eugenio Zanetti, un famoso director que ganó un Oscar por la película Amapola. Luego de nuestro trabajo de restauración, él le pintó el rostro y las manos. Se hizo la inauguración para el 19 de noviembre de 2014 y la pieza está en exhibición y está nueva.

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Sos un habitué del teatro, ¿sentís que aprendes viendo a otros?

Sí, siempre aprendo. En este rubro, como en cualquier otra cosa de la vida, siempre estás aprendiendo. Incluso, siento que aprendo de mis alumnos cuando doy clases.

El escenógrafo, el artista está en constante movimiento, en constante aprendizaje, en constante cambio. No me quiero encasillar en algo, porque soy muy amplio.

¿Cómo ves la escena local y las producciones desde tu rama?

Variado. En el teatro independiente hay cosas muy interesantes, hay mucha gente con ganas de hacer y de proponer cosas nuevas.

Me preocupa un poco la situación del Teatro Argentino actual, como creo, le preocupa a la mayoría de la ciudadanía platense. Espero que salga adelante y que sea un momento pasajero.

¿Qué consejo le darías a una persona que quiere incursionar en el mundo del teatro y la escenografía?

Lo que hago es citar una frase de Woody Allen que dice que: ‘el 90% del éxito radica simplemente en insistir’. Vos tenés una parte de estudio que es importante, por supuesto, y después otra en que tenés que ocuparte bastante para poder progresar.

¿Cuáles son tus proyectos a futuro, post Chaucha y Palito?

La experiencia con Chaucha y Palito fue muy linda. Además es un equipo de trabajo muy piola, muy rico. Entonces trabajás con otra soltura. Tengo varios proyectos para este año y ya proyectando para el 2018. En breve, el 14 de agosto se viene La Cenicienta, para el cual hago la escenografía. Eso va a ser en el Teatro Luz y Fuerza de Capital.